Por Miguelito del Ritmo
El catorce de agosto recién pasado, catorce anarquistas son detenidos en distintas casas de Santiago, en casas okupas como La Crota, Sacco y Vanzetti, Jonny Cariqueo y algunos domicilios particulares.
A los catorce detenidos, se les relaciona con el televisivo “caso bombas” que, para quienes no lo sepan, ha sido uno de los temas principales que no ha dejado dormir a gran parte de los personeros, estadistas y díscolos de la política chilena: desde el fallecido general Bernales y las cabeceras políticas de la concertación, hasta la nueva administración gobernada por la Alianza por Chile.
Yo me entero de lo sucedido por medio de los noticieros centrales de los distintos canales de señal abierta, y no puedo más que mirar boquiabierto los mensajes. Mi sorpresa produce que mezcle mis pensamientos, que miles y miles de ideas vengan a mí una y otra vez.
Pienso en el tratamiento de la noticia, en el por qué de las detenciones, pienso en cada uno de ellos, en las palabras que me escupe el televisor. Escuchar la palabra “terrorismo” tantas veces en una misma noticia de seguro genera algo. Escuchar la palabra “atentado”, “desorden”, “policía” y “delincuencia” sin duda tiene una intención cuando se relaciona en una misma noticia con palabras como “anarquistas”, “jóvenes”, “lautaristas” y “okupas”. Me da la impresión de que esas palabras buscan justificar otras palabras como “mano dura”, “gobernabilidad”, “legalidad”, “máximas penas judiciales”, “castigo”, “democracia”, pues; al terminar la noticia aparecen figuras como Hinzpeter declarando que el gobierno será la parte querellante en este caso, la idea parece buscar un “castigo ejemplar” a los “culpables”, a pesar de que aun no se realice ni un juicio, ni menos tengamos la certeza de que este sea justo.
También la noticia me hace pensar en los intereses de clases, de fracciones políticas. Recuerdo tiempo atrás cuando el mensaje presidencial era “mano dura con los delincuentes”, “candado a la puerta giratoria de las prisiones”, “levantemos el gobierno de la clase media” y cuanta habladuría barata podría salir de la boca de esos “estadistas” y “díscolos” políticos. Sin embargo, estas frases no identificaban a uno solo de los candidatos presentados en los debates presidenciales en época de elecciones, todos tenían un poco de ese mensaje, pero con matices.
En ese momento, no éramos pocos los que denunciábamos un desinterés por cada uno de los rostros político-partidistas de ese entonces, por cada uno de esos rostros de la democracia. Decíamos por todas partes que era “mentira”, que “nuevamente nos engañaran”, que “nuevamente los perjudicados seremos los mismos”, en definitiva que “ninguno de ellos nos representa”. Hoy no ha pasado tanto tiempo desde ese entonces, y mientras miro esa noticia pienso en la razón de esos mensajes, pues, quienes iban a ir a las prisiones serían los disidentes, serían los mapuche en el sur por exigir demandas históricas, por exigir que se haga vigente (y sin modificaciones) las leyes internacionales. Serían los anarquistas por soñar con un mundo libre, fraterno entre hermanos, relaciones basadas en el cariño y no en el egoísmo del capitalismo. Serian los jóvenes de los barrios poblacionales por ser jóvenes y pobres. Serían los estudiantes por no creerse eso de la LGE y querer otra educación. Serían los ciudadanos de a pie por reclamar contra el sistema de transportes, contra las mafias especulativas o contra los bancos. Serían los trabajadores por denunciar que los mineros atrapados no son consecuencia de un error geográfico, sino de un sistema económico. Serían los profesores. Serían los trabajadores. Serían los ecologistas. Serían los homosexuales. Serían los pobres. Serían los no tan pobres. Serían las amas de casa. Serían los anarquistas. Serían los marxistas. Serían los ciudadanos. Serían los libertarios. Serían los okupas. Seriamos todos los demás. Seriamos todos los que no pertenecemos a su clase, a su democracia, a su sistema judicial ni a sus medios de comunicación.
Mirar esa noticia me generaba una impotencia insostenible, pues; al igual que esos detenidos, mis ideas están a favor de los desfavorecidos, de los dominados, de la fraternidad entre nosotros, en los afectos, en “cambiar el mundo” si es necesario. Miraba las noticias y no podía dejar de pensar que la solidaridad debe hacerse efectiva, que ellos no son tan lejanos a mi como lo es el capital y su felicidad artificial. Pensaba que son tan hermanos y compañeros como lo es cualquier sujeto que se levante contra el silencio del capital, no podíamos quedarnos sin hacer nada, pues; la solidaridad entre nosotros es más que una palabra, en un hecho.
No me cabía ninguna duda que el anarquismo estaba siendo criminalizado, tal como lo fue el marxismo y el guevarismo en los sesenta, tal como son los pueblos indígenas hoy, tal como fueron criminalizados los movimientos sociales a principios del siglo, y; no me cabe la menor duda; tal como seguirán siendo criminalizados los disidentes a las nuevas jefaturas políticas.
En ese análisis deje de mirar a mi alrededor, miles de reflexiones en torno a esa imagen bicentenario que pretende inculcarse a fuego en las mentes de los felices chilenos, esa imagen del “cuánto hemos progresado”, del “qué tan moderno somos”, del “cuantas casas poseen internet hoy”, etc. Tiempo atrás en una entrevista a Ricardo Lagos, ex presidente del Chile, el periodista le preguntaba de manera incisiva “¿cree usted que exista una crisis moral de la república como lo fue en el primer centenario de Chile?”, y el publicitado “estadista” respondía con firmeza: “no, hoy las cosas han cambiado”. Su respuesta no me extraño para nada, su clase, su grupo social, su contexto acomodado (que comparte incluso con la oposición que hoy gobierna el país) está feliz, y lo publicita por sus medios, tal como se hacía en el centenario, tal como la élite de esos años, hoy nos reímos, felices, nos sentimos parte de esa unidad, de esa celebración casi futbolera. Pero las contradicciones son evidentes, las rupturas son notorias y no se tapan asi de fácil, hoy reaparece una cuestión social, hoy florecen ideas libertarias, hoy sabemos que luego de la celebración el patrón volverá a ser el patrón y nosotros volveremos a ser los peones, o –adecuandome a la época que vivimos-, el jefe volverá a ser el globalizador, y nosotros los globalizados pertenecientes a “la inmensa mayoría que compone la clase media”, esa clase media que quiere separarse del estigma que significa declararse pobre.
A los anarquistas los persiguen por denunciar eso, tal como persiguen a cualquier otro disidente. Esa es la razón de su crimen.
Mientras reflexionaba, con pena miraba la noticia, pues, posteriormente a ella comenzaron los comerciales a escupirme en la cara la necesidad de tener una tarjeta de crédito o comprar cualquier cosa en algún lugar, al volver el noticiero, aparecían en escena las noticias del área de deportes mezclada con la farándula “cultural”, de manera rápida apareció una noticia casi sin contenido, luego el pronóstico del tiempo y finalmente programas “familiares” con mas entrevistas faranduleras. Es increíble pensar si eso tiene un rol político, el mostrar un país tan bien, el mostrar un “enemigo interno” ya capturado, las risas de las muchachas faranduleras y sus affaire con otros chicos de esos programas me hace pensar en todas las intencionalidades de esas trasmisiones, en cómo podemos delegar esa capacidad de vivir a cada uno de esos sujetos televisivos.
Entre todas las carcajadas grabadas, no pude evitar pensar ¿qué estarán viviendo ahora los presos anarquistas?. Las reflexiones constantes no han dejado de rondar por mi cabeza, solo sé, que no podemos dejarlos allí.
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